domingo, 11 de marzo de 2007

COMIDA CON LOS CHICOS EL 11-M

Ha sido una comida refrescante. Estos chavales irradian alegría incluso cuando están cabreados, da gusto. Cuatro jóvenes inteligentes, divertidos, ilusionados, cargados de presente, repletos de futuro suben la moral a cualquiera. Uno comprende enseguida que no hay tsunami que pueda con ellos, tienen demasiada hambre, son demasiado felices, se quieren demasiado para dejarse vencer. Su risa es más sonora que todos los himnos, su carcajada más clara que todas las mentiras. Al mismo tiempo son serios, sensatos, razonables, saben analizar, piensan.

Al fondo, el ruido, el griterío de ayer para -entre otras cosas- ahogar las verdades del barquero que se están oyendo en el juicio de la Casa de Campo.

Al fondo, la evocación de aquel día aciago. El sabor agridulce de la sangre en la memoria. En aquellas horas primeras -unas pocas- todas las lágrimas se unieron en el mismo río porque el dolor químicamente puro no entiende de política. En las primeras horas del 11 de marzo de 2004 el dolor era patrimonio de todos, la sangre brotaba de las heridas de todas las almas y se juntaba en una mancha inmensa en el centro de Madrid. Luego vino lo otro. La manipulación, la mentira. Ya no íbamos todos en ese tren. Y no nos hemos vuelto a subir. Tres años más tarde nos estamos tirando los muertos a la cara. ¿Subiremos alguna vez al tren que nos lleve a la convivencia?

"Si es un verdadero amigo, no habrá que perdonarle jamás nada"

Esta frase es de José Luis Coll. Hace ocho años que Tip le estaba llamando desde el país de la eterna sonrisa "dame la manita, Pepe Luis". Y al fin se ha ido. Nos han dejado aquí, a ver cómo salimos de ésta. A ver cómo nos las arreglamos sin su hongo y su chistera.

Dos amigos, unidos por el humor. El amor del humor, el humor del amor. Tan distintos en el físico como en la ideología. Ojalá aprendamos un poco.