lunes, 14 de mayo de 2007

ÍDOLOS

En su post de ayer, Deyanira nos contaba perpleja el descubrimiento de una página Web abierta expresamente para manifestar apoyo en estos duros momentos a la viuda -alegre- de España. No voy a hablar del propósito dudosamente altruísta de los promotores de la página, donde se venden unas pulseritas de adhesión a la cantante de las que, en el momento en el que escribo, aseguran que ya han reservado 129.708. Ignoro el precio pero, por poco que sea, supone un capitalito. Dejando aparte este cutrerío tan cañí, creo que el fenómeno merece un mínimo de dedicación por parte de los psicólogos.

Yo no lo soy pero algo me dice que los ídolos personifican los sueños y las frustraciones de sus adoradores. Sin ir más lejos, yo adoro a Joaquín Sabina porque me reconozco en cada uno de sus versos, porque ha escrito todo lo que siento y no he sido capaz de traducir en palabras; puestos a soñar, hasta me puedo creer que muchas estrofas como ésta

Por ejemplo el espejo del baño,
con su azogue, mis canas, tu rimmel,
por ejemplo dos cuerpos nadando
en un mar de sudor que redime

me las dedicaba; por eso, el día que le pesquen en un renuncio será como si me hubieran pescado a mí. Lo negaré todo; por mis muertos que lo negaré todo y le defenderé con uñas y dientes. Puede que el ama de casa que canta coplas en la cocina mientras reboza la pescadilla, escuchando a la Pantoja cierre los ojos y se vea a sí misma subida en un escenario moviendo la bata de cola de lado a lado y robando el sentío al patio de butacas. Y puede que su marido hubiera vendido su alma al diablo por llevarla del brazo en el Rocío, como Cachuli. Quizá por eso ambos se nieguen a admitir que ELLA sea una vulgar choriza. Porque quizá con ELLA, el juez Torres metió en el calabozo sus ensoñaciones más secretas.

Deberíamos aprender a separar la persona del personaje, algo tan obvio como que por muy bien que alguien cante, escriba, dirija una orquesta o juegue al fútbol, eso no le convierte automáticamente en persona decente ni le otorga patente de corso para hacer de su capa un sayo. De la misma manera que su comportamiento en la vida no aumenta ni disminuye los méritos que cada uno pueda tener en su oficio. Por poner un ejemplo, siempre he admirado al escritor Camilo José Cela, al que considero un referente obligado en el manejo del lenguaje, un maestro en el arte de la pluma y un virtuoso del buceo en los recovecos del ser humano; sin embargo su persona me resulta detestable, dicho sea sin ánimo de molestar.

Por otra parte, pienso que estos personajes públicos, estos objetos de deseo tienen, si cabe, más obligación que el resto de los mortales a un mínimo de ética en su conducta privada, precisamente por el valor pedagógico de sus actos.

Pero en este país nos seguimos moviendo mucho más por la víscera que por la razón y ni siquiera nos paramos un minuto a analizar nuestros propios impulsos. La multitud anónima que hace un año acudió con lágrimas en los ojos al entierro de Rocío Jurado, estaba asistiendo al entierro de sus propios delirios y quizá al de ciertas experiencias personales que estaban asociadas a sus canciones. No se puede amar a nadie sólo por su voz, por muy hermosa que sea. Ese supuesto amor esconde algo más complejo.

El día que el juez Torres ordenó su detención, Isabel Pantoja recibió muchos ramos de flores anónimos que no eran para ella. Eran un homenaje a los sueños de quienes las enviaban.