lunes, 21 de mayo de 2007

LLUVIA Y GOLES EN MADRID

Ayer el cielo de Madrid se enfureció. Se fue enfurruñando poco a poco; se ensombreció el sol y el azul de la mañana adquirió un color gris oscuro, casi negro, como la esperanza del pobre. Unas nubes macizas, robustas, corpulentas y poderosas tomaron posiciones sobre la ciudad, preparadas para descargar su artillería y un viento caótico y desordenado empezó a mover los árboles de mi calle, que presentían la que se les venía encima. La gente se frotaba los brazos desnudos, pillados desprevenidos por un frío inesperado y un poco traidor.

A las siete menos cuarto comenzaron a caer unas gotas gordas que se estrellaban contra el suelo como proyectiles líquidos, dejando su huella mojada sobre las aceras. Desde el parque de abajo subía hasta mi ventana -que está en un quinto piso- el olor fresco y antiguo de la tierra húmeda. Arreció. En un cuarto de hora llovía brutalmente, desesperadamente. Como si nunca antes hubiera llovido, como si nunca más fuera a llover. Parecía un diluvio bíblico, enviado por alguna divinidad colérica para lavar los pecados de todos los madrileños. No sé si los pecados políticos o los futboleros de los hinchas atléticos, que durante toda la semana habían proclamado su deseo de perder para que una supuesta victoria no beneficiara al Madrid, tan deportivos ellos y tan así. Pues les llovieron seis rosquitos, seis. Joaquín Sabina, atlético confeso, no parecía contento; al tercer gol se levantó y se fue, sin aceptar los golpecitos en la espalda que Serrat le ofrecía compasivo; le dejó allí sentado, con la mano izquierda suspendida en el aire. Espero que se recupere pronto de la depre y no nos prive del placer, no de matar sino de disfrutar DOS PÁJAROS DE UN TIRO . Os dejo las fechas de los conciertos de aquí y de allá, por si me lee alguien de la otra orilla.

Es lo que tienen los deseos; que, a veces, se cumplen. Mi más sincera enhorabuena a todos los rojiblancos.