lunes, 21 de enero de 2008

¿EN QUÉ PIENSAS?

-¿En qué piensas?
-No sé, en nada.

A veces el pensamiento, que es casi lo único libre que nos va quedando, se pierde por algunos intrincados cerros de los que sale él solito si se le deja a su caer. Pero si nos dejamos llevar por nuestro insaciable afán de poseer al otro, de fisgar en sus misterios más ocultos y le hacemos la preguntita de marras, quién sabe dónde le podemos pillar o en qué tortuosa quebrada le obligamos a parar. Puede ocurrir que le estemos forzando a adentrarse en una espesura en la que quizá no se habría detenido si le hubiéramos dejado en paz. De pronto, la mayor tontería adquiere una importancia absurda y desproporcionada y las palabras se enredan en una maraña de malentendidos; se afilan, se agarran por donde queman, se convierten en armas arrojadizas y punzantes.

Y es que todos tenemos una parte difusa, un poco dispersa, que va a su bola y que no controlamos muy bien. Y esa parte a lo mejor no la queremos compartir porque ni siquiera nosotros somos dueños de ella. Vamos, que somos seres racionales pero no tanto. Que no todo se puede explicar con la razón -en mi opinión, afortunadamente- y es mejor esquivar esa zona de niebla. No investigar demasiado ni obligar al otro a que investigue en qué piensa.

Tengo para mí que el silencio a veces es mucho más saludable. El silencio, una sonrisa, una caricia fugaz, un beso. Ya nos lo dirá si quiere.