martes, 26 de febrero de 2008

El rojo que gritó ¡¡¡ESPAÑA!!!

A veces da mucho gusto equivocarse y a mí me ha encantado patinar en mi pronóstico de que no se lo iban a dar. Porque, a pesar de sus palabras comparando al asesino desalmado Antón Chigurh con George Bush, se lo han dado para orgullo y regocijo, quiero pensar que de todos los españoles; ¿o no de todos?.

Porque este pedazo de actor, este hombre de rostro tan imposible que se va guardando dentro todos los rostros de sus personajes, este prodigio de energía que se llama Javier Bardem, se subió al escenario del Kodak Theatre y, tragándose el puntito de emoción que se asomaba a su cara de bruto, nos conmovió a todos -¿a todos?- cuando, después de dedicárselo a su madre la insobornable Pilar Bardem, a toda su gloriosa familia y a tantos y tantos magníficos actores que ha dado el cine español, dijo eso de ¡Esto es para España!

Y es que este titiritero, rojo impenitente, que encabezó todas las manifestaciones y se quedó ronco gritando contra la guerra de Irak, resulta que ama a su país y se enorgullece de sus raices. Lo dice Carlos Boyero hoy en El País: "También posee frescura su dedicatoria al recibir la estatua, la transgresión del anatemizado rojeras al pronunciar con desarmante naturalidad la palabra España, de la que se han apropiado ancestralmente la abominable raza de los meapilas patrioteros". Ahí queda eso