miércoles, 20 de febrero de 2008

OTRAS COSAS

Cuando se escribe un post sobre un hecho puntual como el anterior, conviene publicar otro enseguida porque si no, se queda colgado como en algunos pueblos se quedan las luces y las guirnaldas de las fiestas del patrón cuando ya no vienen a cuento, cubiertas de polvo y de desamparo. Y esa manifestación tuvo su momento de gloria el sábado, pero a estas alturas está pasada de moda. Así que vamos a empujarla al abismo virtual y que les vayan dando a esos energúmenos.

Es mejor escribir sobre los prunos de los parques, que es un tema que estará vigente durante un mes por lo menos; los hay que tienen prisa por lucir sus galas primaverales entre las ramas leñosas y ponen el suelo perdidito de pétalos; aunque los días están oscuros y levemente lluviosos, nos alegran el ojo a los currantes madrugadores que tanto le gustamos a Rajoy.

De cualquier cosa menos de la campaña de marras, creo que voy a dejar de leer periódicos y de escuchar la radio. Al fin y al cabo el día diez de marzo no sé en cuál de las dos Españas me encontraré, si en la de los cabreados o en la de los eufóricos pero, pase lo que pase, será un estado fugaz; la euforia -en su caso- me durará poco más que la resaca y, si caigo en el lado de los perdedores, el cabreo se prolongará como mucho una semana; luego continuaré viviendo con las cosas que importan, a saber: mis hijos, mis nietos, mi madre, mis amigos, mi conciencia, ponedlo en el órden que queráis que no se alterará el producto. Seguiré haciendo equilibrios en la cuerda floja de los números rojos, desnudando a un santo para vestir otro y tratando de agarrar por los pelos todas las ocasiones de ser feliz que se me presenten, algunas de ellas calvas.

Aunque parezca mentira existe vida detrás de la campaña electoral e incluso detrás de las elecciones, sólo hay que hacerle un hueco. Y además de los constantes mítines, concentraciones de apoyo o de repulsa a unos o a otros, debates y demás circos propios de la época comicial, sigue habiendo miradas en las que vernos reflejados, amigos capaces de aguantarnos, discos de Louis Armstrong, libros que leer y algunos hasta que releer, como acabo de hacer con Retrato del artista en 1956, un delicioso diario de Jaime Gil de Biedma que parece mentira que esté escrito por un chaval de veintiséis años; rezuma inteligencia, sensibilidad, ironía, sentido crítico y un cáustico cinismo. Dice cosas como ésta: Puede que los españoles no amemos la verdad, pero tampoco es bueno amarla tanto como para querer apropiársela toda. Pues eso.