domingo, 17 de febrero de 2008

TARDE DE SÁBADO

Ayer quedé con Chines y Rose para ver "No es país para viejos", película que recomiendo encarecidamente a todos los amantes del cine y a los amantes en general. Bardem está repugnantemente inmenso o inmensamente repugnante, no sé cómo decirlo; el caso es que construye de forma magistral un personaje vomitivo, demostrando una vez más su capacidad interpretativa, su versatilidad y el pedazo de actor que es. En el otro extremo de la condición humana, Tomy Lee Jones no le va a la zaga dando vida al sheriff Bell, un policía a punto de jubilarse al que los años de profesión no han logrado endurecer. Película tremenda de las que en algunos momentos mantiene al patio de de butacas sin respirar.

Antes nos tomamos un café amenizado por una manifestación de damnificados por el timo de la estampita -nunca mejor dicho- de
AFINSA y FORUM FILATÉLICO que discurría Princesa abajo. A estos señores yo los puedo comprender como a cualquiera que haya invertido sus ahorros en lo que sea y haya visto como se evaporan, es una putada. Pero de ahí a que se concentren en Madrid, en vísperas de elecciones generales, insultando -¡cómo no!- a Zapatero con pareados tan sutiles como "¿Dónde está nuestro dinero? en el bolsillo de Zapatero", va un abismo y, en mi opinión, sólo por eso pierden toda la razón que les pudiera asistir. Con la bandera española en medio de la mani, que es que la bandera española lo mismo sirve para un roto que para un descosido, iban cubiertos de arriba a abajo con carteles, pasquines y pegatinas contra un gobierno -y especialmente contra su Presidente, como en todas las manis con que nos hemos entretenido durante los últimos cuatro años- que accedió al poder muchos años después de que ellos compraran duros a peseta y que lo único que ha hecho es detener un fraude que el Partido Popular contempló impasible durante los ocho años que estuvo en el poder; sin embargo, ahora también quiere pescar en estas procelosas aguas, tanto es así que la manifestación terminó en la Plaza de España con la lectura de una carta en la que se compromete, caso de ganar -lagarto, lagarto- a restituirles hasta el último euro a cargo del erario público. Digo yo que quizá me deberían preguntar a mí, que no tengo un duro para invertir en bienes tangibles ni de los otros, si soy tan buena gente y tan solidaria como para estar dispuesta a que los impuestos que se detraen de mi nómina se dediquen a indemnizar a unos señores muy listos que, a la hora de invertir, asumieron unos riesgos aparejados al prometido beneficio, para lo cual no me pidieron mi opinión, y que no tenía yo noticia de que en sus planes de futuro entrara repartir conmigo sus ganancias. Yo es que me pasmo, oyes.

Me pillé un rebote regular y despotriqué en voz alta lo que quise en medio de la cafetería atestada de manifestantes, sin que ninguno dijera estabocaesmía, una vez desgajados del núcleo protector de la manifa.

Por la noche, para que Ana y Jesús salieran un rato, que falta les hace, me fui a cuidar a los gemelos, que dormían plácidamente en sus cunas sin más bienes tangibles que sus chupetes.