domingo, 11 de mayo de 2008

CABLES

Empecé a cocinar el jueves por la tarde y la comida era el sábado; cada vez vienen menos mis hijos a comer, yo comprendo que es un follón sacar a los niños de casa, tres unos, dos los otros, que los pequeñajos se vuelven un poco locos, que no duermen, que se ponen nerviosos; pero bueno, un día es un día y la verdad es que los pobres enanillos se portaron bien, dentro de lo que cabe que cabe poco. Y como un día es un día, decidí hacer la comida más trabajosa y más complicada que se me ocurrió, ese plato que consiste en rellenar de carne picada tomates, pimientos, calabacines, cebollas y patatas y luego hacer una salsa con lo que se ha sacado de todas las hortalizas y cocinarlas en ella. Así dicho, parece fácil; pero teniendo en cuenta que éramos diez personas a la mesa y todos querrían probar cada una de las especies, había que rellenar diez de cada, total cincuenta piezas rellenas de carne picada. Eso no se hace en un pispás así que, como digo, empecé el jueves a destripar hortalizas y dejarlas listas para rellenar. El viernes llené los cincuenta agujeros abiertos con la correspondiente carne e hice la salsa. Puse al fuego dos cacerolas inmensas, recogí la cocina, y preparé la mesa añadiéndole las tablas para agrandarla, el mantel de hilo, la vajilla de las fiestas, en fin, un lujazo. Y el sábado ya estaba todo hecho y sólo quedaba esperar a que llegara la invasión: mis hijos, mis nietos, mi ex -que si hay que comer, se apunta- y mi madre. La comida transcurrió con relativa paz, los niños se portaron bien, se limitaron a espachurrar pegotes de pan en los sofás y a corretear por la casa como es su obligación. Palomita y Marcos comieron en la mesa con los mayores y cuidaron de los enanillos. Por la noche me fui a la fiesta de María, que cumplía cincuenta tacos -no voy a cumplir yo sola- y me dieron las cuatro de la mañana

Jesús y Sara me regalaron la trilogía de Javier Marías Tu rostro mañana, que me muero por leerla y que tiene la ventaja de que sólo tengo que abrir el libro y empezar a leer, sin enchufar ningún cable ni apretar ningún botón. Pero Ana y Marta me regalaron un DVD capaz de leer las pelis que pirateo de intenné, que el que tenía no las leía. Bien es verdad que se lo había pedido yo, pero nunca lo hubiera hecho. Porque llevo desde esta mañana encabronada con el puto DVD, tratando de conectar el cacharro con la tele y con el decodificador, siguiendo las instrucciones que me dá mi hijo por teléfono con infinita paciencia: mamá, tienes que hacer una cadena, la tele al DVD, el DVD al decodificador y el decodificador a la tele. Así de sencillo; me he vuelto loca con los cables macho y los cables hembra, que yo no sabía que los cables tienen sexo, he bajado cuatro veces al chino a comprar adaptadores diversos para cambiar el sexo de los cables porque necesitaba uno que fuera macho por los dos lados ¡qué cosas!. Pero ni con estas aberraciones sexuales he conseguido que se vea una peli, ni siquiera porno.

Así que me he rendido y le he dicho a Marta que me mande al tipo del cortinglés para que me lo instale y yo me he puesto a escribir este absurdo post, asumiendo mi absoluta incapacidad para la cosa de enchufar.

Y es que creo que cada uno sirve para lo que sirve y yo sirvo para rellenar pimientos, tomates, calabacines, cebollas y patatas, para poner una mesa preciosa, para emocionarme con mis nietos.

Ahora voy a hacer un cursillo acelerado de besos de tornillo para no dejar pasar de largo por mi puerta al hombre de mis sueños. Que espero que sea capaz de instalarme el DVD.