jueves, 8 de mayo de 2008

LLOVÍA SOBRE LA FUENTE


Pocas cosas tienen tanto poder de evocación como el olor a tierra mojada, aunque a veces no sé distinguir muy bien lo que me evoca. Es una rápida superposición de imágenes donde todo se mezcla, como en una película a cámara rápida, que me produce una presión en el pecho extrañamente placentera. Como si volvieran de pronto los mejores momentos de la vida y el mundo estuviera por estrenar. Va a ser verdad eso de que la lluvia es una cosa que, sin duda, sucede en el pasado.

Ha llovido esta noche y al salir a la calle olía a tierra mojada el parquecito de abajo. Seguía lloviendo y yo sólo llevaba un gorro -tengo una rara habilidad para perder paraguas- pero, quién sabe por qué, no me molestaba mojarme. Había un aire limpio y los árboles de mi calle brillaban con un verde intenso. Todo estaba fresco y reluciente, nuevecito. Me ha venido a la cabeza el verso de Sabina ...ahora que el mundo está recién pintado... esa canción llena de promesas insinuadas, que no prometen nada, como deben de ser las promesas: ahora que...ahora que...

Al salir del metro llovía sobre la fuente. El cielo lavaba Madrid, como los chorros del oro lo ha dejado, y el surtidor del centro de la fuente quería acariciar el cielo, estirándose y estirándose hasta pulverizarse en lágrimas de cristal.

Algunos días da gusto madrugar...