sábado, 31 de mayo de 2008

¡QUÉ DEMASIAO!


El calendario dice que estamos a las puertas del verano, sin embargo no se trasluce ni en la climatología ni en mi propia temperatura anímica. El verano, junto con el calor, trae una dulce laxitud a la vida cotidiana; una flojera perezosa invade los días, el ritmo frenético que llevamos se vuelve más pausado y más humano y hasta parece que los problemas nos conceden una tregua, para volver renovados en septiembre.

Pero este año no acabamos de entrar en el nirvana estival. El tiempo está indeciso, mayo ha venido marceando desde el principio y se despide con frío y agua. Llueve sin ton ni son, de forma caótica y en aluvión. Tan pronto nos ahogamos de sed como se desbordan los ríos, así no hay forma de hacer planes ni reales decretos de trasvases. Por otro lado nos agobian con la economía y la indigencia que viene, que a mí son cosas que se me escapan; pasamos de la opulencia a la miseria en un abrir y cerrar de periodo electoral. Yo sigo igual de pobre que cuando éramos ricos, tampoco entonces notaba yo en mis carnes tanta abundancia, mi vida es un continuo master en ingeniería financiera. Pero la radio, la tele y los periódicos nos machacan con negros presagios que serán ciertos, no digo que no, pero están creando una psicosis y una sensación de angustia que lo que provoca es que el poco dinero que haya por ahí se esconda en un agujero negro. Los pescadores en huelga contra mi ministerio -ahora somos medio ambiente y medio rural y marino, demasiados medios- y regalan pescado en Atocha. Ayer el personal se pasó la mañana llamando por teléfono para preguntar dónde era el reparto, encima de cornudos, ponemos la cama. Los transportistas amenazan, los agricultores también.

A mí no paran de llegarme e-mails convocándome a manifestaciones y protestas diversas y pidiéndome firmas contra todo. Unos los paso y otros paso de ellos. Que si contra la privatización de la sanidad y la enseñanza, que si las bombas racimo, que si la directiva europea de la inmigración, el maltrato de animales, la especulación alimentaria, etc, etc...todos objetivos muy nobles pero, francamente, una no da para más ni puede implicarse en cada una de las causas y estar todo el día pancarta en ristre. Porque lo primero es lo primero, quiero decir que lo inmediato y doméstico me deja poco tiempo y poco espacio libre en mi cabeza, soy así de prosaica. Confieso que todos esos asuntos, con ser tan justos, no pasan de ser temas de conversación en una reunión de amigos o argumentos para un post. Y tengo tres hijos, cinco nietos, una madre, amigas con situaciones personales jodidas y yo mismamente, que tampoco soy la reina del mambo.

Ana tiene problemas con Sandra, la chica hondureña que le cuida a los gemelos; está enferma y tiene que faltar, además de transmitirle todos sus agobios con los papeles y demás garambainas y estar pidiéndole pasta para esto o para lo otro continuamente. Esta semana hemos tenido que parchear la ausencia de Sandra entre Ana y yo. Cuando mis hijos eran pequeños, contaban con una abuela de las de antes que se podía quedar con ellos. Pero yo no doy la talla como abuela, porque sigo trabajando y tengo obligaciones propias. Marta no tiene esos problemas, pero tiene otros, digamos que más etéreos, que también me preocupan. Jesús y Sara, bien, gracias. Ese dibujo lo hizo Jaime cuando en el cole le pidieron que dibujara a su familia. No sé cómo interpretar el lugar donde me colocó, si como el último mono o como el hombre de la casa que guardaba las espaldas a todos los demás. A sus hermanas las pintó con faldita y atributos femeninos, a mí con pantalones y cerrando el grupo. Se admiten interpretaciones psicológicas.

Ayer me las prometía muy felices, pensaba salir de trabajar, comer en el ministerio y tumbarme en el sofá al llegar a casa. Pero a mi madre le surgió un nuevo achaque y me pasé la tarde con ella esperando al médico.

Lo siento, no he tenido tiempo de ocuparme de las bombas racimo.