domingo, 25 de mayo de 2008

UN DÍA DE CALMA

Pasar un sábado en casa, sola y voluntariamente es un verdadero placer. Ayer hice el propósito de no quedar con nadie, de no ponerme horario, de dejarme a mi caer. Levantarme cuando me lo pidiera el cuerpo -que a diario me pide dormir mucho más de lo que le dejo- desayunar sin prisas; ya espabilada, echarme otra vez en la cama con Javier Marías -bueno, con su libro- hace falta estar muy despierta para no perderse ni uno sus pensamientos y ver pasar la vida a través de esa mirada minuciosa con la que desmenuza hasta el más mínimo detalle del ser humano. No conozco otro escritor que saque tanto jugo de los gestos, de la expresión corporal, consiguiendo que el lector vea al personaje en sus tres dimensiones físicas y en las infinitas mentales y emocionales. Es un escritor denso y culto, no muy fácil de leer, que cada vez que se interrumpe la lectura hay que retroceder al menos un par de páginas para retomar en el último punto y aparte. Pero engancha y uno está deseando disponer de un rato largo para sumergirse en su literatura. Lo cierto es que cada vez envidio más a los buenos escritores y cada vez me hacen pasar mejores ratos. Además, cuando doy con uno de ellos, me ocurre -yo creo que afortunadamente- que consigo separar al autor de la obra, disfrutar de lo escrito independientemente de que me caiga mejor o peor el escritor y coincida más o menos con su ideología o su actitud vital.

Un día en casa, sola, da para mucho. Para leer como digo, para ver una peli antigua de Gary Cooper mientras meto los dobladillos de unos vestidos de la gorda -la gorda es mi nieta Carmen- para podar las plantas oyendo música y para pensar con calma en cosas de la vida. Por ejemplo, en por qué es tan difícil hablar de política sin acalorarnos y sin ofender a un interlocutor ideológicamente distinto o sin sentirnos ofendidos por él. He visto en la tele las imágenes de unos energúmenos insultando a Rajoy a la puerta de la sede del PP, pidiéndole a gritos y con gesto de furia que les devuelva su voto, y me he preguntado si no nos habremos vuelto locos. Si eso hacen con Rajoy, qué no harían con ZP si se les pusiera a tiro. Los poseedores de la verdad absoluta tienen un grave problema y es que a todos los que nos movemos en el campo de la duda, del sí pero no, de la crítica y de la autocrítica -aunque cada uno tire más para un lado que para otro- de la incertidumbre o de la simple evolución nos consideran sus enemigos. Eso es así en general, cuando se trata de rojos de mierda que no tienen nombre ni rostro conocido. Pero cuando se trata de alguien a quien conocen y a lo mejor hasta quieren, a lo más que llegan es a perdonarle la vida y quererle "a pesar de todo", en mi opinión con una falta de respeto absoluta hacia personas adultas que tienen derecho a opinar, a pensar y a dudar.

No sé, pero me da miedo tanta agresividad. Las verdades absolutas han producido mucho dolor y mucha muerte a lo largo de la historia. Ayer terminé el día viendo en la tele la tremenda película de Oliver Stone Nacido el 4 de Julio. Ya la había visto y tenía un recuerdo muy general de ella, pero anoche me estremecí con algunas escenas que tenía olvidadas. Cuando después de la terrible matanza de campesinos vietnamitas -se supone que es la de My Lay- los americanos sufren un ataque del Viet Cong y, en la confusión de la batalla, el soldado que encarna Tom Cruise mata a un compañero. Al llegar al campamento va aterrorizado a confesar su "crimen" a su superior y éste, enfurecido, le echa del despacho diciéndole que no quiere oir gilipolleces. No sé por qué os cuento una película que supongo que habréis visto todos, pero es que me da miedo el odio, me da miedo la falta de respeto, me da miedo la cerrazón. Me dan miedo las verdades absolutas.