lunes, 30 de junio de 2008

PI, PI, PIPIPI

Puedo buscar en el google las fotos de la victoria que publican los periódicos esta noche y poner aquí una mucho más lucida, pero me apetece poner esta tan mala que he sacado con el teléfono al llegar a mi casa después de pasar el fin de semana con los niños de Jesús y Sara, para que ellos se fueran a Paris, que es de donde vienen los niños. Espero que hayan tenido la sensatez de no traerse otro -el cuarto- en la maleta.

La Plaza Elíptica es una plaza con fuente que está casi en el extrarradio -un poquito más allá ya es la carretera de Toledo- pero ahora mismo está tal como Cibeles, con la gente envuelta en la bandera y bañándose en la fuente. Casi mejor, porque aquí no hay vallas ni policías y el personal se desmadra a placer. He aparcado el coche y, sin subir a casa, me he acercado sola hasta la plaza, que está a dos pasos. Los claxons dialogaban con toques cortos y repetidos -pi, pi, pipipi- y yo tenía muchas ganas de abrazarme con alguien. Y no sé por qué me he acordado mucho de Jaime, que ahora tendría veinticuatro años y andaría por ahí dando saltos en Colón o en Cibeles y llegaría a casa completamente pedo quién sabe a qué hora. Cuando uno se olvida de la crisis, del plan Ibarretxe y de su puta madre y se deja llevar de la euforia colectiva, y se le llena el corazón de una alegría visceral, que nace de las tripas, que no atiende a razones económicas ni políticas, simplemente se envuelve en esta felicidad efímera e irracional, echa de menos a los que no están. A los que no estarán ya nunca más y a los que no están hoy, en este preciso momento irrepetible. Pero está bien ser feliz un rato y con cosas pequeñas. Porque no todo es tan transcendente ni tan profundo. Hemos ganado, demonios, somos campeones, y lo demás esta noche no importa. Y hay una bandera inmensa que nos une y nos tapa las penas por un rato.

Mi barrio, lo he dicho muchas veces, es un barrio obrero y plagado de inmigrantes. Hoy en la Plaza Elíptica había muchos sudacas y muchos negrazos y también algunos chinos envueltos en la bandera de España; y se les han mojado los papeles cuando se han metido en la fuente junto a los españoles proletarios de Usera para gritar ¡¡¡campeones, campeones!!!, como si no existiera la puta directiva de retorno, porque viven aquí y aquí han puesto sus sueños. Y hoy también han ganado la eurocopa.

Por mi ventana siguen entrando los claxons -pi, pi, pipipi- y yo me voy a la cama sin pensar en la crisis, ni en el referendum de Ibarretxe, ni en su puta madre.