viernes, 19 de septiembre de 2008

LÁGRIMAS EN EL CIELO

He estado repasando el post que te escribí hace justo un año y te decía cosas como esta "Estoy cansada, resignada, llena de miedos. Ya no corro riesgos, ya no me ilusiono, ya sé que la felicidad no existe, me conformo con un pasar discreto, instalada en el escepticismo." Pues ya ves, mi niño, no era del todo cierto, parece ser que el que tuvo, algo retuvo. Cansada sí estoy, para qué lo vamos a negar, pero resignada no. Llena de miedos hasta las cejas pero me los aguanto y sigo corriendo riesgos y, a veces, hasta me ilusiono.

Por lo visto, llevo el poema de Benedetti en la masa de la sangre, a veces a mi pesar.


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca.
No te salves
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre.

Pero si pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas

entonces
no te quedes conmigo.

Te decía que a veces a mi pesar, porque tanta intensidad es agotadora y quizá me conviniera llenarme de calma y reservarme sólo un rincón tranquilo del mundo, en lugar de meterme en todos los charcos. Pero creo que entonces me quedaría sin labios y se me caerían los párpados y podría ser que hasta el júbilo se me congelara, pero completamente congelado; porque es muy difícil dosificar la intensidad y sacarla a relucir sólo en según qué momentos.

Alguien me ha dicho que la vida la vivimos solos aunque a veces el espejismo del amor nos haga creer que estamos acompañados; sin embargo yo estoy mucho más sola desde aquella madrugada de hace dieciséis años en que el aire se llenó de silencio para siempre. Y ya ves, eras un niño ¿qué podía hablar yo contigo? Pero no hacía falta hablar, ya hablabas tú, que es que no te callabas ni debajo del agua.

Sigo echándote de menos, Jaime. Te mentiría si dijese que no he seguido viviendo; mi naturaleza es absurda y contradictoria y he seguido, a veces también a mi pesar. Antes, al principio, creía que no tenía derecho y hasta me daban cargo de conciencia los momentos un poco felices. Ahora ya no, ahora el dolor se ha sosegado y se ha cambiado por un recuerdo reconfortante y dulce. Pero nada en mí ha vuelto a ser igual y es que ya no soy yo sino mis restos; lo poco que va quedando de tu madre.

Sabes que ni siquiera me queda el consuelo de creer en otra vida, pero tampoco tengo yo a Eric Clapton por un hombre de fe y sin embargo mira lo que escribió a su hijo:
Would you hold my hand
If I saw you in heaven
Would you help me stand
If I saw you in heaven

Y es que el cielo quizá consista en dejar de escuchar este silencio ensordecedor.