sábado, 6 de septiembre de 2008

PRIORIDADES

Hoy, por fin, llueve. Y yo estoy en la oficina a pesar de que es sábado, a pesar de que huele a tierra mojada, así es la vida. Acabo de ver el número premiado en el cuponazo de ayer y no es el mío; dudo si guardarlo por si se trata de un error y dentro de un rato publican el correcto, el 29759, un número bonito donde los haya, con los mismos merecimientos por lo menos que el 72436, que digo yo que qué más daba uno que otro.

Pero será que el dinero casi no importa, es como la matrioska chiquitina que apenas se ve al final de la fila; sólo sirve para hacer ruido cuando se agitan cerradas, cada una engullendo a la anterior y al final queda únicamente la gorda con sus mofletes rojos y sus colores vivos, pero guardando dentro las felicidades y las desazones, las risas y los llantos que nos hacen ser los que somos. Y eso que no sé si la matrioska chiquitina es el dinero, quizá sea la política que esa sí que hace ruido.

Cuando se peinan canas y la vida se compone de tantas cosas, no se puede estar en todo al cien por cien y en el corazón y en la cabeza se establece de forma natural un orden de prioridades; eso no quiere decir que dejen de interesar las cuestiones que en otro momento parecían tan importantes, sino que una no dá para más y prefiere utilizar sus energías en cosas más cercanas, más inmediatas, más reales o más carnales. Lo que me quiero venir a referir, que diría quién yo me sé, es que soy muy egoista y en este momento me interesa mucho más mi vida personal que la nueva ley del aborto, por poner un ejemplo de actualidad. Yo no digo, como Rajoy, que eso no le importa a nadie -oiga, no me cambie de conversación que aquí hay que hablar de la crisis y sólo de la crisis- que es que para algunos lo que no les interesa, no existe; simplemente digo que en ese orden de prioridades la política está ahora muy atrás en la lista. Cualquiera que haya seguido mínimamente este blog sabe que no soy apolítica -todos los apolíticos que conozco tiran para el mismo lado, qué cosa más rara- sólo que estoy llegando a la conclusión de que esas discusiones son absolutamente estériles, cuando no dañinas; nunca he visto que nadie convenza a nadie, ni en los bares, ni en los salones ni en el Parlamento, ni que nadie se plantee alguna vez que el otro pueda tener un poco de razón. Lo del Parlamento es puro teatro -tú me das esto y yo te voto los presupuestos- ahora digo diego donde antes dije digo y dejo a mis votantes con el culo al aire, que de eso saben mucho todos los que salieron a las manifas de los sábados bandera en ristre. Por alguna razón que se me escapa, en esta legislatura no conviene hablar de terrorismo, ni de aborto ni de la madre que lo parió; ahora toca hablar de la crisis, de la crisis y de la crisis. Eso en cuanto a los políticos, que en los bares y los salones se suele acabar en bronca. Y yo, pues mira, no estoy para broncas.

Así que aquí diré en cada momento lo que me pida el cuerpo, por ejemplo, que tenemos un ministro de Trabajo e Inmigración al que desde el primer día se le vió el pelo de la dehesa xenófoba -bombero pirómano- y ya no lo puede disimular, yo diría que ni siquiera lo intenta. Eso u otras cosas, vengan de donde vengan; pero me limitaré a dar mi testimonio, a dejar constancia de lo que pienso, sin que me vaya la vida en ello. Porque yo, afortunadamente, no vivo con ZP ni con Rajoy -quita,quita- y mucho menos con Rouco Varela, que eso si que sería un pecado gordo.

Yo quiero conservar a mis amigos, que los tengo de todo tipo. Ayer, sin ir más lejos, me llevé la alegría de que me llamaran Enrique y Soledad. Enrique es mi maestro de poesía, al que debo en gran medida mi adicción al vicio solitario de escribir y Soledad, su chica, también escribe muy bien y es un dulce de persona. La vida nos había llevado por vericuetos distintos y hacía como cinco años que no sabía de ellos. Pero nos hemos vuelto a encontrar por mediación de Marina, otra gran poeta y amiga común. También quiero pasarlo bien con mis nietos, tener buen rollo con mis hijos -que igualmente son de todo tipo- con mi madre y con quien está a mi lado. Y que la matrioska gorda guarde dentro a todas la matrioskas y matrioskitas que la componen -unas sonríen y otras fruncen el ceño, incluso a veces se les escapa una lágrima- y que cuando no tenga más remedio que desdoblarse y dejarlas salir a respirar, toda esa gente que quiero las sepa aguantar.

Y es que hoy, a pesar de que llueva y de que me haya tocado ir a trabajar, puede ser un gran día.