jueves, 20 de noviembre de 2008

EL AMOR, ESE OBJETO TAN FRÁGIL

Es lo que tiene el amor, que siempre es nuevo, que cada vez que aparece en nuestra vida es como la primera vez. Eso está muy bien porque cuando uno va a tumba abierta, sin desplegar ninguna defensa, el disfrute es mucho más intenso que si anda poniendo barreras. Creo que el miedo al fracaso es el gran enemigo del amor, hay que tirarse sin red y que sea lo que dios o el diablo quieran. No sé si el amor debe ser absolutamente ciego, pero no le sienta mal tener algunas dioptrías y perder las gafas del alma o dejarlas olvidadas, más o menos sin querer.

Las experiencias anteriores, con sus luces y sus sombras, se acabaron y además eso, que fueron otras. No deben lastrarnos la ilusión y las ganas ni llenarnos de miedos. Sólo tienen que servir para sacar consecuencias positivas y tratar de no repetir los errores. Y sobre todo, en las dificultades, no retrotraernos al pasado, no pensar "esto yo ya lo he vivido". Porque "esto" no lo hemos vivido; esto es otra historia, es otra persona y yo también soy otra persona.

Decía Jacinto Benavente que el amor es como Don Quijote; cuando recobra el juicio es que está para morir. Por eso hay que encontrar ese difícil equilibrio que permita mantener la locura y al mismo tiempo la racionalidad suficiente como para dominar o reprimir a todos los enemigos del amor: el amor propio, los celos, la desconfianza, el sentido de posesión... la falta de respeto a la intimidad del otro. No es fácil, no es nada fácil. Porque si dominamos a los enemigos pero nos falta la locura, nos convertimos en colegas, estupendos, sí, pero colegas. Y a estas alturas todos tenemos ya un montón de colegas. Y si estamos muy locos, levitamos mucho, pero falla todo lo demás, enseguida será un infierno y además dejaremos de levitar.

Hablando de El Quijote, hay otra frase que viene a cuento: Amor y deseo son dos cosas diferentes; no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. Estoy de acuerdo en la segunda parte, todo lo que se desea no se ama, ya sea persona o cosa el objeto de deseo. Pero discrepo de la primera: lo que se ama sí se desea; y no me refiero sólo al deseo sexual -que también- sino a la necesidad de estar cerca, a lo que se llama echar de menos. A que nos demos cuenta de que está helado el otro lado de la cama. A ese abandono que se deposita en los muebles como el polvo.

Cantaba Rocío Jurado que se les rompió el amor de tanto usarlo; a mí en cambio me parece que lo que estropea el amor es la falta de uso; no hay que dejar que se cubra con el óxido del silencio, de la rutina, de la tristeza; con la pátina espesa del aburrimiento.

Y si se muere de tanto usarlo, pues mirusté, que nos quiten lo bailao.