jueves, 30 de octubre de 2008

EL OTOÑO ROBADO

Ha empezado el frío de golpe y porrazo, parece que el tiempo no tiene tiempo, va como loco, atolondrado, no cumple el ritual. Aún no he visto amarillear los árboles de mi calle ni quedarse desnudos después; los plátanos se han congelado vestidos todavía de primavera y las hojas no saben muy bien a qué viene esto ni qué pintan ahí colgadas en lo alto, tiritando de frío. El calendario se ha saltado el otoño sin contemplaciones y a mí me ha pillado en cueros, sin haberme liado la bufanda en el alma. Necesito ese periodo de adaptación al medio, de preparación anímica para lo irremediable, no puedo incorporarme así, de un día para otro, a un entorno tan hostil y tan desagradable.

El curso de corrección se acaba mañana y ahora tengo muchas más dudas que antes; no sé cómo he sido capaz, durante tres años, de escribir en internet para que me lea todo el mundo, haciendo el ridículo ante los millones de lectores que me siguen, supongo que para descojonarse de risa. Y yo que creía que hablaba -e incluso escribía- aceptablemente, sin cometer errores gramaticales de bulto ni faltas de ortografía clamorosas... hasta esta mañana, que ha sido el examen de gramática y no he acentuado "cortaúñas", que hace falta mala leche para poner la palabra "cortaúñas" en un examen. A mí en realidad, lo del cortaúñas me parece una ordinariez, colgado de una cadenita que lo llevan algunos horteras y en cualquier momento lo sacan en el bar para quitarse un padrastro. Esto me ha hundido la autoestima y estoy por cerrar el blog, a dónde va una escribiendo "cortauñas" sin acento; tilde, lo llaman ahora.

Entre esto y que el cambio climático me ha robado el otoño, no sé cómo voy a poder superar la depresión.

Encima he perdido al bridge -dicen que las palabras en idioma extranjero hay que ponerlas en cursiva- y cuando he llegado a casa ni siquiera tenía tónicas para apretarme un gin-tonic y ahogar esta pena negra.

Qué le vamos a hacer; me tomaré un whisky; o güisqui, como dice la RAE, on the rock; u onderoc, yo qué sé...

sábado, 25 de octubre de 2008

HOMBRES QUE SE MOJAN

Lo he oído por la radio y de repente he vislumbrado un rayo de esperanza. ¿Un movimiento de hombres contra la violencia machista? ¿Eso existe? Tengo que ir a verlo, me he dicho a mí misma.

Pensaba pasarme la tarde tirada en el sofá, pero a las seis y media había terminado una película de Steve McQueen y Natalie Wood, absolutamente rompedora para la época -primeros sesenta- en la que la protagonista se queda embarazada en una noche loca -¡quién no tendría una noche loca con Steve!- y se niega a casarse con él porque presiente que solo lo hace por cumplir. Me he levantado del sofá, me he calzado unos vaqueros y me he ido a Atocha para no perderme un espectáculo que hoy todavía resulta exótico y marginal -cuatro calzonazos y unos cuantos maricones, habrán pensado algunos- pero que yo respeto y aplaudo porque ya era hora de que los hombres se empezaran a implicar en esta cuestión, que es de todos. Cuando yo era secretaria de igualdad de mi agrupación socialista -creo que en su momento conté que había dimitido y ya ni siquiera soy militante- puse todo mi empeño en que los compañeros varones -que no barones- del partido hicieran suyo el problema y participaran en la lucha. No conseguí nada, porque los pocos que se mojaron lo habrían hecho igual sin mí y los que no se mojaban siguieron sin mojarse. Nunca he sido partidaria de ese feminismo excluyente que no cuenta con los hombres, creo que cae en los mismos errores que el machismo; al fin y al cabo, no deja de ser sexismo. La igualdad es una cuestión de justicia y de sentido común y ahí debemos estar todos. Pero, como el racismo, todavía no está interiorizada en la sociedad, todavía se hacen chistes machistas con los que, además, se parten de risa muchas mujeres. Si alguien hace un chiste sobre la pederastia o el terrorismo, la gente se escandaliza; sin embargo es muy bien recibida una gracieta a costa del maltrato a las mujeres. Ayer, sin ir más lejos, una compañera del curso de corrección que estoy haciendo, joven y universitaria, se asombraba e incluso se indignaba -dicho por ella misma, no me estoy inventando nada- por que la Academia haya reconocido el femenino de las profesiones. ¿Cómo querrá que las llamen? ¿"Arquitecto hembra", como a los buitres? Es una tontería, qué más dará, locuras de feministas radicales, esas chifladas, dónde vamos a parar.

Pues hoy he visto a unos tíos como castillos desgañitándose contra el machismo. Un poco despistados, sí. Mezclando temas, también. Pero con voluntad de cambiar las cosas, de unirse a una lucha que intuyen que también les beneficia, porque con una convivencia en igualdad ganaremos todos, dejaremos de ser adversarios para ser cómplices. Confieso que me ha conmovido oírlos corear cosas como "el machismo está en nosotros mismos" o "no tenemos derecho a tantos privilegios", "se va a acabar, se va a acabar la dictadura patriarcal", "violencia familiar, fascismo en el hogar". También cantaban "Manolo, Manolito, la cena tú solito" y a alguien se le ha ocurrido cambiarlo por "Mariano, Marianito"... en fin, muchas risas, pero yo creo que el machismo es transversal, que todos y todas lo hemos mamado y no entiende de ideologías; va a costar un güevo quitarnos esa caspa de encima. Por cierto, hablando de güevos, también cantaban "no te los toques, fríelos".

No había muchos, esa es la verdad, pero los suficientes para armar el taco en la calle de Atocha, con buen rollo, con una orquesta de jazz que animaba el cotarro. Se lo han montado bien.

Bienvenidos al club, chicos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

PETRIFICADOS

Racionales, por lo visto lo bueno es ser racionales. No importa lo que uno sienta, eso se pasa; hoy estás mal y mañana estás mejor... o peor. Pero no hay que dramatizar; racionalizar, racionalizar, ir a lo práctico. Esto es lo que hay, si quieres lo tomas y si no lo dejas; pero no intentes cambiar las cosas porque te estrellarás contra una pared. Que cada uno se coma su propio marrón sin dar la lata a los demás, ya se sabe que vivimos en soledad. Mirusté, yo también tengo problemas y no doy la vara a nadie. Vamos a hacer unas risas que yo lo que quiero es pasarlo bien ¡alegría, alegría!

Los veo todos los días en la Puerta del Sol. Se han quedado de piedra, la vida los ha dejado de piedra. A uno se le enganchó la mirada en algún punto a su derecha y al mismo tiempo se le dibujó un rictus de escepticismo eterno, mientras extendía la mano para recoger el agua de piedra. El otro tiene los párpados entornados, cubre sus ojos con pestañas de piedra. Solo los abre para mirar un instante a quien echa una moneda en su hucha, también de piedra. Me inquieta esa otra mano, la que asoma por abajo; parece de un moribundo que se hubiera petrificado definitivamente, sin siquiera pestañear.

Hoy no estaban; hacía frío y llovía. El viento me volvía el paraguas que compré en la boca del metro, son una mierda estos paraguas de los chinos. No sé si el agua les habrá disuelto el maquillaje de arcilla. Quizá se hayan quedado en cueros, quizá la lluvia les haya colgado en los ojos lágrimas de verdad, no de piedra.

¡Alegría, alegría!


jueves, 16 de octubre de 2008

CONSONANCIAS DIACRÍTICAS

Estoy aprendiendo a corregir textos, que es una cosa que parece fácil pero que tiene su intríngulis. El caso es que una ya no tiene edad de ir al cole ni de seguir buscándose una vida que hace muchos años que debería haber encontrado, mal que bien; sin embargo ahi estoy, yendo a clase rodeada de treintañeras -todas mujeres, no sé qué lectura hacer - llenas de títulos universitarios, de idiomas y de ganas de comerse el mundo, mientras una trata de resistirse a que el mundo se la meriende sin compasión.

Por si fuera poco un trabajo, una madre casi nonagenaria, tres hijos y cinco nietos, una pareja a la que quisiera dedicar más tiempo del que puedo y las labores propias de mi sexo, me he metido en este nuevo berenjenal por la puta pela y dispuesta a hacerle la competencia a Elefancia.

Haciendo un recuento de mi vida, llego a la conclusión de que cada vez trabajo más y vivo peor. Cuando contaba veintiocho años, allá por el paleolítico superior, tenía dos hijos en edad escolar y una chica de servicio de las de antes, interna; era un ama de casa burguesa que no pegaba un palo al agua. Y, francamente, no me sentía un parásito de la sociedad, cumplía el papel para el que había sido educada y punto. Tú te casarás, me dijo mi padre al acabar el bachillerato, como si el matrimonio fuera una forma de ganarse la vida. Y sí, me casé, pero cuando vinieron mal dadas -dentro y fuera del matrimonio- me encontré con que mis habilidades para conseguir unos ingresos decentes eran bastante escasas. Eso sí, las exprimí al máximo trabajando doce horas diarias repartidas en diversos empleos, pero ni aún así llegaba. Esta situación se convirtió en endémica hasta alcanzar la tierna edad que tengo, en la que continúo inventándome a mí misma cada día.

Entre las erratas, las negritas, las cursivas, las mayúsculas cuando toca minúsculas y viceversa, las comas que sí, los puntos que no, los acentos que la Academia quita y pone cuando le viene en gana, los paréntesis, los corchetes, los guiones y, para remate, la sesión de sonetos a la que sin piedad me ha sometido mi Quevedito particular, tengo la cabeza como el panhispánico de dudas y ya no sé si padezco de diacrisis ortotipográfica o de consonancia inflamatoria aguda.

En fin, una aventura más de la que espero salir con bien. A eso estoy dedicando los días de vacaciones que me quedaban, más unos pocos moscosos, de manera que tengo que sacarle rentabilidad al asunto. Por eso y porque no puedo defraudar a quien me está animando.

Ojalá que cuando termine de escribir mi autobiografía, estos días aparezcan en negrita o, mejor, en letras de oro.

Y esto es todo, de momento.

sábado, 11 de octubre de 2008

LA DIGNIDAD

Gallardón ha prohibido los hombres-anuncio que pululan por la Puerta del Sol. Dice que lo hace para preservar la dignidad de la persona; él solito ha decidido en qué consiste esa cosa tan etérea que es la dignidad de cada cuál, en lugar de preservar la suya propia, que algunos opinamos que hace mucho tiempo que la tiene bastante perjudicada, a base de tragarse sapos y aguantar regañinas de uno y de otra y de dar saltitos para enganchar la zanahoria que le enseñan según les convenga en cada momento y en cada circunstancia política, para no dársela nunca. Pero él sigue ahí, de eterno aspirante a número dos, mientras se lo saltan a la torera las Sorayas y las Gospedales que son mucho más fashion.

Yo creo que cada uno sabe dónde tiene depositada su dignidad y a lo mejor esos chicos con esos seiscientos euros que ganan paseando con "un cartel sobre su espalda y otro sobre su pecho" pueden pagar su habitación a la patrona y comer caliente. Y es que dormir bajo techo y comer todos los días proporciona una cierta dignidad. Señor alcalde, ya ha dicho Pizarro que con las cosas de comer no se juega.

Curiosamente además, casi todos esos anuncios andantes son reclamos de casas de empeño, donde la gente va -generalmente de tapadillo- a entregar las joyas de la familia a cambio de unos pocos billetes que les permitan vivir algún tiempo con un mínimo de dignidad.

Los guardianes de las dignidades ajenas deberían dedicar más tiempo a mirar los problemas de la gente en lugar de quedarse en la superficie y apatrullar la ciudad limpiándola de lo que no les resulta decorativo. En cada parada de autobús, en cada esquina, en cada chirimbolo, hay hombres y mujeres anuncio, muchos con nombres y apellidos conocidos, muchos casi en cueros, sonriendo al viandante sin que parezcan muy preocupados porque peligre su dignidad. Eso sí, suelen estar buenísimos. Por no hablar de los deportistas de cualquier especialidad, que van forrados de rótulos publicitarios de la cabeza a los pies, a pesar de cobrar sueldos mareantes, primas y demás garambainas.

Esto es más complicado de lo que parece. No sé quién está facultado para decidir qué trabajos son dignos y cuáles no lo son, sobre todo cuando no se ha pasado necesidad en la puta vida. Yo, por ejemplo, no me atrevería a pedir la ilegalización de la prostitución en aras de la dignidad de las mujeres. Creo que todos somos mayorcitos -y mayorcitas- para decidir lo que queremos hacer o no. Y la mujer -o el hombre, que haberlos, haylos- que LIBREMENTE decida vender su cuerpo o su compañía a alguien es, como mínimo, tan digna como el que lo compra. No seré yo quien juzgue a uno ni a otra. Otra cosa es que no se persiga a las mafias que se dedican a la extorsión de las personas, trata de blancas que muchas veces son negras. Pero las mafias, ni los especuladores, ni los políticos o alcaldes corruptos se pasean por la Puerta del Sol con un cartel a cuestas.


domingo, 5 de octubre de 2008

LA MUERTE AGAZAPADA

Está ahí, siempre está ahí; aunque no la intuyamos, aunque no contemos con ella; agazapada, camuflada en la maleza del vivir, escondida tras las esquinas, amenazante. Nos olvidamos de ella, pero está ahí, esperando el momento de asestar el golpe; puede venir despacio, ejecutar un trabajo minucioso y lento, de artesano paciente; o dar una puñalada certera, directa al corazón. O hacer una chapuza rápida y siniestra, como ahora, dejando un rastro de sorpresa trágica, de dolor perplejo, de dudas, de porqués.

Me encontré a Ricardo en Sigüenza hace poco más de veinte días, cuando fui en el aniversario de Jaime. Estaba estupendo y se lo dije; algo más gordo -menos flaco, para hablar con propiedad- Es que he dejado de fumar, me confesó con una media sonrisa un poco triste. Por lo visto, todos llegamos a ese momento en que nos hacemos mayores y vemos las orejas al lobo. Ricardo se ha pasado la vida sorteando las orejas del lobo y hasta los dientes. Y siempre ha dejado al lobo con tres palmos de narices. Y ahora, cuando había decidido sentar la cabeza y llevaba una vida apacible y sin riesgos, el lobo le ha pillado a traición; todavía no sé lo que ha sido, de repente se encontró mal, no podía respirar, se fue al ambulatorio. De allí, en ambulancia, a Guadalajara. No quiero hablar de incompetencia porque no tengo los datos, el caso es que llegó en coma. Traqueotomía de urgencia, inútil. A los tres días, muerte cerebral, electroencefalograma plano. El corazón latiendo absurdamente, sin ton ni son, movido por las máquinas; como si fuera de otro. La terrible decisión de soltar los cables.

Mis amigos se mueren en un goteo implacable que ya es un torrente. Un torrente que poco a poco se va llevando mi infancia, mi juventud, mis recuerdos, mi vida. Coro, Paloma, Ricardo -otro Ricardo- Rafa, Antonio, Javier, Marcos, Pepe, los dos José Ignacios, Juan; Chanchi, Laura; mucho antes Tomás y luego Manano, ambos en plena juventud. El accidente de Fran y Maita que fue mi primer encuentro con la muerte cara a cara, de sopetón. No quiero olvidar a ninguno, pero no sé...son tantos que quizá alguien se pierda en algún recoveco de la memoria. Unos, amigos íntimos, de siempre, de los que han crecido conmigo y juntos nos hemos hecho ya casi viejos. Otros los perdí de vista, se fueron por caminos distintos en este laberinto que es la vida, pero todos ocuparon un lugar que sólo ellos podían llenar; todos dejaron un agujero negro en mi pasado y algunos en mi presente. Las fotos de mi adolescencia, de mi primera juventud, de mis años de recién casada, de mi madurez, tienen demasiadas siluetas vacías. Todos ellos juntos constituyen la muerte de una parte imprescindible de mi historia personal, de mi recorrido vital. Pero cada uno es único e irrepetible y en mi recuerdo todos tienen al menos un instante de exclusividad.

Ya nadie va a mirar el mundo tras las gafas de Ricardo, ni nadie puede desdoblar su sonrisa pequeña e irónica, ni nadie va a tener sus ideas geniales, ni su creatividad, ni su irresponsabilidad, ni su locura, ni sus privilegiadas manos artesanas. Ricardo es Ricardo y se va ahora, cuando se estaba convirtiendo en un burgués casi sin darse cuenta.

Sus aciertos y sus errores, él los sabrá. Pero con todos ellos, ojalá haya sido un poco feliz. Yo tengo desde el jueves, cuando me enteré, un nuevo agujero negro en el corazón.


sábado, 4 de octubre de 2008

AHORA LO ENTIENDO TODO

He aquí la explicación para los torpes como yo.

viernes, 3 de octubre de 2008

MONEY, MONEY

Hasta ahora no he tocado el tema de la puta crisis porque no me gusta hablar de cosas que no entiendo. Pero la risa de hiena que exhibió ayer Cristóbal Montoro me lleva a creer lo que no quería creer, reprimiendo mi natural tendencia a pensar mal de según quién; esa risa me lleva a creer que aquí a más de uno y más de dos les van a salir callos en las manos de tanto frotárselas. Y es que no pueden ocultar el regocijo que los embarga cada vez que se publican las cifras del paro o la última caida del Ibex 35, en la línea de cuanto peor, mejor.

A mí me parece que ahora deberían mostrarnos su proverbial patriotismo, utilizar la varita mágica esa que tienen para acabar con todos los problemas y dar ideas a este gobierno de incompetentes para sacar a la patria del agujero; enseñarle cómo se hacen las cosas. Y ya puestos, también a los americanos y al mundo mundial, que por lo que se ve nadie, salvo el equipo económico del PP, sabe cómo meterle mano a esto. Que no tengan miedo a que el gobierno utilice sus ideas y se ponga las medallas, que el ciudadano no es tonto y en las próximas elecciones les vamos a votar todos como un solo hombre; pero que no esperen cuatro años para revelar el secreto de la piedra filosofal porque se van a encontrar un país desierto. A este paso y como sigan sembrando el pánico, vamos a tener que coger número para tirarnos por el Viaducto.

Gentes muy informadas han intentado explicarme esta cosa de la crisis, pero yo es que no tengo estudios y, la verdad, no me entero. Soy muy bruta y, por más que me lo explican, no consigo entender por qué cuando los bancos ganaban dinero a espuertas esas ganancias no llegaban al común de los mortales y sinencambio -que dirían en Sigüenza- ahora las pérdidas son para todos. Y tampoco comprendo por qué ha pasado esto ni por qué no se le piden responsabilidades a nadie ni nadie va al talego. El sistema, dicen, ha fracasado el sistema; pero el sistema lo gestionan personas, que digo yo que algo habrán hecho mal. Sin ir más lejos, a mí que no tengo un duro, ayer mismo me estaban ofreciendo tarjetas de crédito en cada supermercado y continuamente me encontraba en el buzón propaganda de préstamos personales con sólo una llamada. Y en la tele anunciaban esas tarjetas en el intermedio del culebrón, como los detergentes. La gente ha vivido de un dinero que no tenía. Esto mismo, pero a lo bestia, ha ocurrido con los bancos y con las grandes empresas. Tú me prestas, yo invierto lo que me prestas y los dos nos forramos vendiendo a los curritos que compran con dinero prestado. Y como todo era humo se esfumó, no sin antes cegarnos a todos los ojos.

Cuando yo era pequeña recuerdo que mi padre a fin de mes traía a casa un sobre con unos pocos billetes dentro. Mi madre tenía un estuche de piel verde con varios departamentos en los que guardaba los billetes perfectamente separados y asignados a una función: casa, comida, colegios, luz, teléfono, gasolina, servicio, etc..; en un sobre metía una cantidad para imprevistos -imprevistos perfectamente previstos- y en otro sobre un apartado para vicios: salir al cine, al teatro, a cenar a veces. Y lo que les quedaba después del reparto iba al banco y no lo tocaba ni dios. Supongo que sería una miseria porque mi padre sólo era un militar pluriempleado, pero era dinero de verdad, no humo. Del que se sabe lo que cuesta ganarlo y, por lo tanto, también se piensa un poco cómo gastarlo.

Ya digo, yo no tengo estudios pero tengo sentido común. Como Rajoy.