jueves, 11 de junio de 2009

HE VUELTO

Mentira me parece estar aquí sentada, delante del ordenata, sin prisa porque mañana es fiesta y por gusto, por el placer de estar sola conmigo misma, que hace tanto tiempo que no me veo. Llevo tres semanas, tres, inmersa en el Madrid de 1802 a 1814 y he pasado mucha hambre y muchas penurias. Me he librado por los pelos de que me pasaran a cuchillo en la Puerta del Sol o me fusilaran en La Moncloa. He visto las calles de Madrid cubiertas de cadáveres que los devoraban los perros hambrientos. He sido una heroína en el Parque de Artillería de Monteleón, con Daóiz a mi derecha y Velarde a mi izquierda y he recogido en mis brazos al Teniente Ruiz al caer herido; pero también he sido un monstruo de maldad irracional y he acuchillado al Marqués de Perales y después he arrastrado su cuerpo por la calle de Atocha, porque no sabemos hasta qué punto de salvajismo podemos llegar los humanos si nos aprieta el odio.

Las elecciones esas que ha habido el día 7 no me han dado ni frío ni calor, porque yo me estaba debatiendo entre José Bonaparte y Fernando VII y, a ratos, no sabía a qué carta quedarme. Rajoy, por lo visto, ya se siente presidente pero yo no me había enterado de que estas elecciones eran generales; si lo hubieran dicho, a lo mejor había ido más gente a las urnas y entonces, no sé. Pero eso de Europa, como que no nos pone. Voto de castigo a ZP, que ha sido malo y nos ha traído cuatro millones de parados; nos quedamos en casa. Ellos han votado como un solo hombre para que nos saque de la crisis el mismo sistema que la ha provocado. No es mala receta. Luego ya nacionalizaremos lo que sea menester, que para eso está la teta del Estado. Esta primavera se lleva el azul cobalto.


En fin, que he vuelto y que, poco a poco, me iré reincorporando al siglo XXI y dejaré de ser afrancesada, que vaya reyes de mierda tuvimos cuando entonces; el mejor, ya digo, José Bonaparte, que le tocó el trono de España en la bonoloto y, aun así, hizo lo que pudo y trató de defender a este maltratado pueblo de la rapiña de su egregio hermano, Dios le tenga en su gloria.

Y deseo a Inés, mi nueva sobrina nieta, españolita que acaba de venir al mundo, que ninguna de las dos Españas le hiele nunca el corazón.