miércoles, 30 de septiembre de 2009

DOLOR

Mi contractura o pinzamiento o hernia cervical o lo que c... sea esto, lleva dos días emberrenchinada, lo que me está sumiendo en la más absoluta depresión y en el aislamiento de la gente corriente. Ya casi no recuerdo haber sido alguna vez una persona normal y autónoma que andaba por el mundo sin dolor -físico, me refiero- y me parece imposible que lo vuelva a ser en un futuro más o menos próximo, tengo la impresión de que me voy a quedar así para siempre. Estoy de baja laboral y mi vida se reduce a buscar la postura en que me duela menos en el sofá o en la cama, cargando con un extraño artefacto que me da calor, tomar diversas pócimas y a dar la lata a quien está conmigo; digo gracias, mi amor, cienes y cienes de veces al día. Me avergüenza confesar que esta noche me he puesto a llorar de puritita desesperación.

No encuentro consuelo en la música ni consigo concentrarme en la lectura, que me cuenta historias de gentes a las que no les duele nada. El dolor, que nace en mi cuello y se extiende por mi hombro deslizándose a lo largo del brazo izquierdo hasta la punta de los dedos, no sé cómo ha encontrado también el camino para invadirme el alma y ha conseguido que sólo tenga ganas de llorar o de morirme. Las noches son algo muy parecido al infierno, estoy agotada pero me horripila meterme en la cama.

Evidentemente esto me lleva al manido tópico que dice aquello de que lomasimportanteeslasalú y a valorar la suerte que he tenido de llegar a mi provecta edad sin achaques dignos de mención, incluso con una notable energía. Pero mi compañera y sin embargo amiga Paquita, que cumplió los sesenta un año antes que yo, dice que a ella le pasaba lo mismo pero que a partir de esa fatídica década le ha caído encima todo lo que no tenía. Es la alegría de la huerta, impagable como animadora. A parte del dolor, yo creo que también he pedido la baja por no oírla.

Buscando el lado bueno -si es que lo hay, que ya hay que poner empeño en buscar- quiero aprender a ser un poco más paciente y más comprensiva con la gente a la que perennemente le duelen cosas, mi madre sin ir más lejos. Y también me reafirmo en reivindicar la eutanasia e ir redactando mi testamento vital. Digo yo que algún amigo tendré dispuesto a desenchufar los tubos o darme el tiro de gracia.