miércoles, 2 de diciembre de 2009

ESTA COSA DE LOS BLOGS

Empecé con esto del blog en diciembre de 2005, cuando necesitaba un cigarro. Creo que alguna vez he contado que me empujó a abrirlo el despiadado mobbing del que fui víctima cuando puse algún comentario, manifestando discrepancias políticas con la línea editorial, en el blog de una amiga de muy buena pluma; por entonces tenía ese blog una legión de visitantes, casi todos de la misma tendencia -no sé si eran muchos o los mismos con distintos alias, pero cundían un rato- inteligentes, ingeniosos y mordaces, aunque, si una era el blanco de sus pullas o de sus insultos, no le resultaban tan graciosos, que es que no tengo ningún sentido del humor. Entonces decidí abrir mi propio chiringuito y largar lo que me pidiera el cuerpo.

Y el cuerpo, que es caprichoso, me fue pidiendo cosas distintas, desde el comentario político al streeptease emocional pasando por el relato de experiencias propias o ajenas que me hubieran impactado de alguna forma; desde el humor a la melancolía, desde la ironía a la tristeza, he dejado un poco de todo a lo largo de estos cuatro años.

Gary, mi más antiguo y fiel lector -confío en que lo siga siendo, aunque ahora sólo me deja un comentario cuando me cortan el cuello- tuvo la ocurrencia de mandar el último párrafo del
post del 26 de abril de 2007 -una transcripción en prosa del poema que dediqué a Jaime en lo que hubiera sido su décimo cuarto cumpleaños, Cuando vuelvas- a un foro donde se encontraban personas que habían sufrido una amputación similar a la mía. Y de ahí viene el descubrimiento de Aguamarga, de Ybrim, de Sherpa y de Deyanira. A las dos primeras he tenido el gustazo de conocerlas personalmente y no pierdo la esperanza de que ocurra lo mismo con las dos últimas; sea o no así, tanto unas como otras habrán dejado en mi vida una huella mucho más profunda que algunos a los que trato o he tratado de forma cotidiana durante mucho tiempo.

Aquí se asoman amigos de siempre como Cock, Almu, Sol, Elefancia o Samotracia de los que tengo la absoluta certeza de que nada -ni siquiera la muerte- me va a separar nunca porque no nos ha unido el blog sino la vida, una vida ya larga -la de Elefancia corta pero intensa- y llena de avatares y de momentos malos y buenos compartidos. Aquí he recuperado el contacto con otros, como Enrique y Soledad, a los que me unió el amor a la palabra escrita y transitando por ese territorio del verso o de la prosa, casi sin darnos cuenta iban tomando cuerpo otros amores; también he encontrado a Manuel y Rosa, que aunque de momento son sólo virtuales, sus palabras encierran tanta fuerza que casi los puedo tocar.Y a Magras, Luis, África que también cerró la tienda; no quisiera olvidarme de nadie. A Maya la conocí en el curso de corrección y la habría perdido de vista, como ocurrió con el resto de las compañeras, si no fuera por la blogosfera.

No sé qué tiene esto, pero a mí me crea unos lazos quizá más fuertes de lo conveniente para mi estabilidad emocional. Por eso cada vez que desaparece un bloguero, como pasó con Gary, luego con Aguamarga y ahora con Ybrim, me agarra el miedo a que desaparezcan también de mi vida y se disuelvan en la niebla del recuerdo; esa sensación de fugacidad de unas relaciones, que aunque breves han sido intensas, me deja una rabia sorda por dentro. Y es que, tal vez porque no teníamos un pasado común ni amistades compartidas ni nada distinto de esos momentos mágicos, fue tan fácil la confidencia y el desparrame espontáneo, con una libertad que sólo proporciona la ausencia de otros vínculos.

No recuerdo quién dijo que cuando vemos a alguien por última vez no sabemos que es la última vez.