sábado, 13 de febrero de 2010

LA NOCHE MÁS FRÍA

No hubo hielo en la noche
más fría del invierno.

Humo, copas y risas,
para hablar de la vida y de la muerte
sin orden ni concierto
y aprender
que ni siquiera la tristeza es triste.

Poner rostro y mirada a la palabra
sin corrección de estilo;
escucharla en voz alta,
por una vez,
sin ajustarse a métrica.

Envolver en alcohol
de cualquier bar sin nombre
un pacto de amistad premonitoria
de tres mil noches más o menos frías.

Entender que, afortunadamente,
nadie es perfecto
pero es sencillo amar la diferencia.