miércoles, 20 de octubre de 2010

LA LÍNEA CIRCULAR

Era negra y oronda,
tal como Ella Fitzgerald sin Louis Armstrong,
pero venida a menos.
Ha pasado tres veces por Argüelles
antes de que perdiera su zapato.

Un grupo de estudiantes, por Universitaria,
revisa los apuntes de sociales
y sin querer tropieza con la bolsa
de una tienda de moda super fashion
rebosando miseria.

En Nuevos Ministerios un probo funcionario,
con esa extraña mezcla
de santa compasión y repugnancia
que gastan con frecuencia las personas decentes,
la contempla un instante y vuelve al Marca.

Al llegar a la altura de Diego de León,
Sáinz de Baranda, O'Donnell, 
hay gente que se indigna:
-¡con qué desfachatez  los inmigrantes
ocupan doble asiento en hora punta!

Ni siquiera consiguen despertarla
los músicos sudacas que suben en Legazpi.
Ella no tiene prisa, es evidente
que no la espera nadie.

El metro da la vuelta; por Usera
sigue durmiendo entre el proletariado.
El tetrabrik de vino se derrama
cerca ya de Laguna.

La línea circular es lo que tiene:
en poco tiempo
se llega a ningún sitio sin trasbordo.