martes, 9 de noviembre de 2010

MAGA EN ANNECY

A la gata Maga le gusta asomarse a la ventana para ver los pájaros; abre unos ojos muy grandes del color del otoño y vuelve la cabeza para mirarnos con mucha pena. Es una gata francesa y no habla ni una palabra de español, pero nos llevamos bien; se llama Maga en honor al personaje de Cortázar y es tan dulce y tan loca como la de Rayuela, por
eso hay que tener mucho cuidado con ella; ya por dos veces se ha escapado por la ventana para jugar con los gorriones sin saber de los peligros de la vida y ha tenido a Marta en un sinvivir, que la pobre se pasó toda la noche llorando su muerte. Luego resultó que no se había matado, se coló por la ventana abierta de la vecina de abajo y dio un susto tremendo al bebé, quizá lo confundió con Rocamadour, con esta gata tan literaria nunca se sabe.

Lo cierto es que, viviendo en un lugar tan de cuento como Annecy, debe de ser muy duro pasarse el día en casa sin ver la inmensidad del lago con las montañas al fondo, que se superponen una tras otra hasta perderse en la bruma infinita, ni mirar el río cruzado de puentecillos y flanqueado de enredaderas rojizas que trepan por las paredes.
Ni, por supuesto, comprarse un sombrero en la chapellerie ni asomarse a la barandilla del puente para hacer una foto a los cisnes, ni subirse a los árboles que tienen el mismo tono de su pelo rubio o contemplar los increíbles colores que pintan la ladera. Es duro ser gata en Annecy.

Al llegar a casa yo le contaba todas las maravillas que había visto, pero no es lo mismo. Y Maga se ponía como loca a correr de un lado a otro y a subirse por la cortina. Yo creo que también tenía celos de que Marta hubiera estado todo el día conmigo y de lo que yo había disfrutado oyéndola hablar y hablar de sus retrovirus, de sus ectoplasmas y de todos sus proyectos. Y contándole también mis tonterías y divagando de cosas muy profundas -porque Marta es muy profunda, además de muy guapa y listísima- de lo que es el bien y lo que es el mal, de lo fáciles que deberían ser las relaciones y lo difíciles que las  hacemos, hasta que se iba el sol y nos quedábamos heladas mirando el lago.

Perdóname, Maga, solo han sido dos días, ya te la dejo para ti. Cuidala mucho y dale muchos mimos a mi niña.
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