lunes, 17 de enero de 2011

MIA

A mí los boleros siempre me han dado un poco de repelús porque si a una le dicen algo como
Mía,
porque jamás dejarás de nombrarme
y cuando duermas habrás de soñarme
y hasta tú misma dirás que eres mía

estando los dos desnudos en la cama, susurrándole al oído con voz enronquecida por la pasión y entrecortada de deseo, mientras le acarician la espalda muy suavemente con el borde de las uñas y le reparten unos besos pequeños y tiernos por toda la superficie del cuerpo, en esas condiciones puede sonar hasta bien y estremecerla hasta el paroxismo.

Pero si esas mismas palabras, o estas otras
Mía,
aunque con otro contemples la noche
y de alegrías hagas un derroche
nunca te olvides, sigues siendo mía

se escuchan estando los dos vestidos, en medio de la calle y teniendo el que las pronuncia el dedo índice levantado, hay que salir corriendo al juzgado contra la violencia de género más cercano.

Digo esto porque no conviene confundirse y hay que saber que las palabras dicen lo que dicen, independientemente de la situación en que se pronuncien. Y sigues siendo mía quiere decir exactamente eso: que tú harás lo que a mí me dé la gana que hagas y ni siquiera serás libre para pensar ni para desear algo sin mi permiso. Que no me entere yo.

Y que nadie me tache de feminista exacerbada porque mujeres que se apoderan de la mente de sus santos, haberlas haylas, como las meigas.

Pero bueno, que eso; que vamos a disfrutar esta magnífica versión de Mayte Martín con el gran Tete Montolíu.

Yo sigo a lo mío.