miércoles, 26 de octubre de 2011

LA NOCHE ATERIDA

La penumbra dibuja dos figuras inmóviles
envueltas en sí mismas,
muertas bajo la colcha.

Un frío escurridizo,
inmune a la caricia y al abrazo,
se desliza en el lecho.

Desolador silencio sin memoria del gozo,
preñado de tristezas, de palabras
que hieren con cuidado,
como solo es posible herir a quien se ama.

Es la inmisericorde desazón
del abismo insalvable
que suele interponerse entre dos cuerpos
cuando es el amor propio
el que dicta las leyes de la carne.
(Dibujo cedido por Roberto Villar Blanco
Nada que decirte)