sábado, 31 de diciembre de 2011

COSAS QUE NO SABEMOS

A Carlos

Estábamos tan sordos
que ni siquiera oímos tu silencio.

Estábamos tan ciegos

que no vimos tu mueca de amargura.

Hoy tu voz de papel
retumba en los rincones;
                                     no sabemos
cómo silbaba el viento a la hora exacta
en que te diste cuenta de que el mundo
se te había quedado tan pequeño
y que las primaveras se suceden
con la misma tristeza que el otoño.

Ya todo estaba hecho.


                                    No sabemos
cuándo se te cerraron los oídos
al canto de tus pájaros
y tu jardín ubérrimo se tornó inhabitable,
cuándo se vino abajo tu casa de muñecas.

Ni en qué lugar inhóspito viviste

ni en qué anónima piel se helaron tus caricias.

                                   No sabemos
si alargaste la mano hacia la nada
mientras todos dormíamos.

sábado, 17 de diciembre de 2011

EL CARDO BORRIQUERO

Se yergue contra el cielo
con fingida arrogancia
enseñando sus pinchos, por si acaso.

Está siempre en peligro de romperse
con la más leve ráfaga,
la ausencia de algún nombre,
una mirada ciega 
o el estridente grito de un silencio.

Disfraza sus miserias con espinas
que amenazan los dedos de los niños
pero son de mentira, tan endebles
que ni siquiera saben hacer sangre
salvo cuando las vuelve hacia sí mismo.

El más ligero golpe lo doblega
hasta morder el polvo;
es tan débil que apenas se sostiene,
sin embargo presenta sus agujas
para encubrir el miedo al desamparo.

Y a veces se camufla entre las flores,
intenta perfumarse con su aroma,
confundirse en su hermoso colorido
para que nadie advierta que está solo.

lunes, 5 de diciembre de 2011

FE


La muerte no me llena de tristeza,
las flores que saldrán de mi cabeza
algo darán de aroma.
(Javier Krahe El Cromosoma)

Hace tiempo creía
en un Ser poderoso que me amaba
y era reconfortante pensar que las tristezas
tenían un provecho, incomprensible
para mi limitada inteligencia,
pero esperanzador:
por lo visto, todo era por mi bien.

Estaba protegida
por los divinos brazos, mientras otros
-desdichados impíos-
tenían que jugársela a una carta,
luchar contra el destino
sin más ayuda que sus propias fuerzas.

Me dijeron también
que esto no se termina con la muerte,
-por si alguien pensara en el suicidio-
que nos viene otra vida,
eterna, para colmo,
sin dolor y sin hambre ni injusticias
ni enfermedad ni guerras,
siempre que confiemos en la Misericordia.

Largo me lo fiaban los profetas.

Sucede, sin embargo, a estas alturas
que está una tan cansada
de ver alrededor calamidades
que no es que ya no crea -¡Dios me libre!-
sino que me estremece pensar en otra vida;
eterna, para colmo.