martes, 14 de febrero de 2012

MAGA

Oh, mi amor, te extraño, me dolés en la piel, en la garganta, cada vez que respiro es como si el vacío me entrara en el pecho donde ya no estás... Y por qué no, por qué no había de buscar a la Maga. (Julio Cortázar, Rayuela)

Maga se ha ido de repente. Así, sin decir adiós. Siempre ha sido una gata corretona y aventurera que no se conformaba con quedarse en casa vegetando sobre un almohadón, no. Ella se iba por ahí a recorrer mundo con sus ojazos de gata muy abiertos, inconsciente de los peligros que acechan a las gatas intrépidas. Pero tras sus correrías siempre volvía a los mimos caseros, a refugiarse en los brazos de Marta y pedir su ración diaria de cariño.

Esta vez no. Hace más de una semana que cogió el pescante y nunca más se supo. Es alocada e ingenua como su tocaya cortazariana; es tierna y rebelde, desobediente y zalamera; anárquica. No cazaba ratones, sino que los traía a casa para jugar con ellos al escondite.

Maga es francesa y, como tal, coqueta y charmante. Maneja sus encantos con sabiduría y a los gatos no les dice ni que sí ni que no, le gusta tenerlos al retortero. Tiene un amigo especial, blanco y negro, que todos los días se apostaba en el poyo de la ventana a mirarla zascandilear por la casa, hasta que un día le invitó a entrar. Desde entonces se hicieron inseparables, él la venía a buscar y luego la acompañaba a la vuelta; era una amistad casta, de colegas gatunos, porque Maga es virgen y pasa de la cosa. 

Ahora el gato blanco y negro sigue llegando a la ventana pero Maga no está. Se queda allí, hora tras hora, esperando que vuelva. Marta la busca dejando en las calles un rastro de lágrimas -también se llora por los ánimales- y en su casa se ha instalado una dolorosa quietud, un órden impasible y triste.

Y no es la pena por el vacío que le ha entrado en el pecho y ha dejado su ovillo a los pies de la cama, que también; es el miedo al coche ciego que la haya atropellado; o, peor aún, a la maldad siniestra, pura y dura, de matar por matar a una hermosa y loca gata rubia.

Marta sólo quiere saber dónde está. Si se ha ido hasta los puentes de París a hacerse la encontradiza con Horacio Oliveira o ha querido volver a mirar el lago de Annecy
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