viernes, 22 de junio de 2012

DE OTRAS FUENTES

La revista especializada en safaris reales “Solo Cuernos”, en su último y documentado número dedicado a la nobleza, señala que con esta medida se pretende blindar la caza de estos paquidermos en España y conseguir que la UNESCO la declare patrimonio inmaterial de la humanidad. En aras de la transparencia, el jefe de la Caza Real, organismo que se encuentra detrás de la iniciativa, va a presentar al ministerio del ramo un amplio dossier donde, tras exponer las razones para esta propuesta, establece la hoja de ruta que debería seguirse para que esta noble actividad cinegética acceda en nuestro país a tan alta consideración internacional.

Según un sondeo de opinión realizado por tam-tam por el prestigioso instituto de opinión Detuprimo SL por encargo de la Caza Real, el 99,93% de los encuestados se muestra favorable a la medida e incluso estaría dispuesto a aportar dinero para que la nobleza y su entorno siguiera cazando a sus anchas, pero siempre que se realizara en el territorio nacional. Hay que recordar que nuestros antepasados eran ya diestros en la caza del mamut y otras bestias prehistóricas, y se trataría por tanto de poner en valor una actividad con arraigadas raíces e incorporarla sin complejos, una vez modernizada, a la marca España.

Expertos de ADENO (Asociación de Defensa de la Nobleza) una conocida organización conservacionista vinculada a la Caza Real, afirman que el elefante bravo, durante la caza ritual de la que es objeto por un noble, no sufre sino que por el contrario, al observar que la lleva a cabo un homínido superior, se siente orgulloso de su destino y agradece un final a la altura de su bravura.

La elefantomaquia, como ya se conoce esta actividad en los ambientes más cultos del país, debería dotarse de ciertas reglas para adaptarla a nuestra peculiar idiosincrasia como pueblo. Los matadores de elefantes, tanto los nobles como los plebeyos ennoblecidos por el ladrillo, tendrían que estar asistidos por una cuadrilla de cortesanos que acosara al proboscidio durante la faena y lo debilitara con armas cortas de manera que el escopeta de turno pueda, en el momento preciso, ejercitar con garantías el supremo arte de disparar. Solo en el caso de que no acertara en los diez primeros disparos, la cuadrilla estaría autorizada a acabar con el paquidermo para evitarle sufrimientos innecesarios mediante el lanzamiento de granadas de mano. El matador de elefantes que acertara en la ejecución de la suerte suprema sería recompensado con un pabellón auricular, ambos pabellones o cuando la faena concluyera de un solo y certero impacto en la frente, con el máximo trofeo, la trompa del paquidermo. Sería imprescindible que los elefantes conservaran sus colmillos intactos y sin manipular (estaría prohibido el afeitado) para que, una vez extraídos pudieran ser vendidos para financiar el déficit de la Caza Real. Las pieles se podrían donar a sociedades protectoras de peleteros.

Los restos de los paquidermos sacrificados, una vez despojados de su valioso marfil, serían depositados en el cementerio de elefantes que se encuentra habilitado en el Senado madrileño.

Para fomentar la afición a la elefantomaquia habría que impartir en las escuelas una nueva asignatura denominada Educación para la Cinegética que enseñara a las nuevas generaciones a valorar desde pequeños la grandeza de esta innovadora contienda entre nobles brutos.

Convertido en un espectáculo de masas a la misma altura que el fútbol y los toros, algo cada vez más necesario en épocas de recortes sociales, la contemplación de la matanza de elefantes bravos debería estar al alcance de todos. Jubilados, parados de larga duración y menores de diez años pagarían por asistir en la zona de sol del cazadero una tarifa especial ajustada a la baja. Como corresponde a actividades de interés general, la televisión pública en un programa semanal que podría denominarse “La trompa nacional” estaría obligada a emitir en abierto las matanzas más interesantes realizadas por primeras escopetas nacionales e internacionales.

Estamos ante una iniciativa que marcará un antes y un después en la historia de nuestra piel de elefante. Una idea de la importancia del plan cinegético-festivo propuesto la proporciona el hecho de que, según cálculos conservadores de la Fundación Elephantia, su implementación permitirá la creación en los próximos tres años de doscientos mil empleos directos e indirectos, tanto en el sector armamentístico como en el inmobiliario. No en balde esos mismos expertos calculan que los activos inmobiliarios de cualquier urbanización adosada a un cazadero de elefantes se revalorizan un 30% más que los de las urbanizaciones adosadas a un simple campo de golf.

Lupio Bordecorex

(Artículo publicado en la sección Cardos y Avispas de EL AFILADOR de la Alcarria)