sábado, 1 de septiembre de 2012

CÍRCULOS CONCÉNTRICOS

Con un tenaz murmullo me llegan las noticias
de guerras que no sé situarlas en el mapa,
sátrapas sanguinarios que masacran al pueblo
con tal de mantenerse a buen recaudo.

Yo cambio de canal, prendo un cigarro,
hago malabarismos con el móvil.

Ahora me cuentan cifras de parados,
de familias sin pan y sin cobijo,
de inmigrantes enfermos sin derechos,
marionetas inermes de un sistema
cuyos hilos los mueven los de siempre.

Me preparo una copa, cojo un libro,
enumero la lista de la compra.

Hay un juez que libera a un terrorista
-cosas de los políticos-
que morirá más temprano que tarde
y en el desierto claman las viudas
confundiendo justicia con venganza.

-Esto no es mi problema -cambio el tercio-
¿A qué hora es el partido?

Asesinos del monte
convierten en cenizas
desde el Norte hasta el Sur
la belleza donada por los dioses, 
para uso y disfrute tuyo y mío.

Suelto algún juramento y elijo una película;
de amor, a ser posible.

Y cuando sale el monstruo
que ha matado a sus hijos -perdón, presuntamente-
sin apenas mover una pestaña
tan sólo por el gusto de darle muerte en vida
a la que prescindió de sus servicios,

se me returce el cuerpo en una arcada,
me niego a formar parte de su especie.

Pero he de confesar que sólo lloro
con el llanto que anega noches y amaneceres  
cuando se acerca el mal hasta mi puerta,
cuando viene a cebarse con los míos,
cuando siento sangrar mi propia sangre.

Son círculos concéntricos de horrores
que se expanden partiendo de mí misma.

No me contéis entonces las guerras que están lejos
ni me habléis de las víctimas sin nombre,
de campos arrasados, de injusticias,
de asesinos sin alma.
Mi cupo de dolor está completo.