viernes, 18 de enero de 2013

LA DROGA

Esto de levantarnos por la mañana cada día con un nuevo escándalo ya se ha convertido en una adicción, hasta el punto de que nos ataca el síndrome de abstinencia, con temblores, sudor frío y convulsiones, que no podemos calmar hasta que no nos administran la correspondiente dosis de corrupción.

Es lo que tienen las adicciones, que cada vez necesitamos una dosis mayor para aplacar nuestra carencia; lo de los viajes del Presidente del Consejo del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, con su novio-guardaespaldas, hace unos meses nos alivió un poco los temblores, sin embargo ahora mismo sería tan ineficaz como hacerle cosquillas a un difunto. Ahora necesitamos algo más fuerte; lo de Díaz Ferrán nos mantuvo unos días más o menos tranquilos, con los sudores relativamente controlados. Y, bueno, cuando falta un producto realmente fresco, de primera calidad, recién extraído de las cloacas y en perfecto estado, recurrimos al Caso Urdangarín que periódicamente nos proporciona un cierto consuelo para ir tirando.

Estos últimos tiempos hemos recibido tal sobredosis —que si BANKIA, que si Rato, que si las preferentes, que si Pepiño, que si Matas, que si Durán, que si Mas, que si Pujol, que si Güemes, que si González, que si Bárcenas, etc, etc.— que, francamente, miedo me da imaginar lo que nos va a pedir el cuerpo a partir de ahora.

Menos mal que tenemos garantizado el suministro. Muy caro, eso es cierto; pero mal que bien lo vamos pagando; con la sanidad, la educación, las pensiones, la dependencia, la investigación, los sueldos de los funcionarios, los desahucios, la cooperación internacional, los derechos de los inmigrantes, los seis millones de parados... en fin, siempre encontramos de dónde tirar.