lunes, 9 de febrero de 2015

EL ABISMO

La soledad atrapa
igual que una adicción devastadora,
igual que el drogadicto

desea y no desea salir de la heroína.


La soledad encierra
en un bucle sin fin,
en un raro viaje de ida y vuelta
a las contradicciones de uno mismo
y entonces es el brillo de la muerte
el faro que ilumina como una luna llena.


Cuando se para el tiempo y el espacio
resulta insuficiente para tanto vacío
y se olvida un pasado en el que acaso hubo
alguna vez un lapsus de esperanza,
una causa imposible que buscar,
un cuerpo para amar con todo el cuerpo,
una fe en que creer, una utopía.


Cuando ya no hay ni el riesgo
de que alguien haga daño pues las piedras
no sienten el dolor,
de que un maldito orgasmo
estremezca la piel paralizada
ni de que acaso brote
un grito desde el fondo del hastío.


Cuando solo es posible estar mirando
un cielo sin color,
un horizonte plano,
un día tras de otro
y después otro más, eternamente,
se llega a comprender a los suicidas.