viernes, 22 de abril de 2016

LA VEO CADA DÍA



Aunque yo disimule, aunque no me lo crea,
aunque me haga la tonta,
aunque vista vaqueros y me tiña las canas,
el calendario es terco y dice lo que dice:
que hace tiempo que entré
en el último tercio de mi vida
y que ya no es momento de hacer planes,
que el pasado es más largo que el futuro,
la memoria más cierta que los sueños;
a veces reconozco en mi cintura
dolores de mi madre y el espejo
me devuelve la imagen de una mujer cansada.

Pero cierro los ojos y me aferro
a absurdos desatinos,
a creer que es posible todavía
engañar a la edad durante algunos años,
volver a ser capaz de enamorarme,
revivir en mi piel la sacudida
que me hacía vibrar. Y no hace tanto.

Pero es perder el tiempo.
La parca se me acerca sin remedio,
la veo cada día, no hay semana
que su tiro no apunte a algún amigo,
a quien amé algún día
o tal vez sigo amando. No quisiera
quedarme aquí la última,
que me arranque a zarpazos a mi gente,
que se lleve con ellos más trozos de mi vida
y me deje
sin un maldito árbol donde ahorcarme.
Sin un jodido beso que llevarme a la boca.

Y sin apenas fuerzas
para sacar provecho del fracaso.