sábado, 24 de septiembre de 2016

A MI AMIGO ALFONSO

Me despertó la luz titubeante,
las seis de la mañana
no es hora de empezar a desvivirme.
De nuevo me abracé a un cuerpo que no estaba
y mi escasa consciencia 
se sumergió en el sueño. Luego supe
que a esa hora morías. No sé cuándo
fue la última vez que discutimos,
-tú me llamabas roja y yo a ti facha-
para luego tomarnos unas copas
y reírnos del mundo, recordando
que siempre nos odiamos tiernamente,
que siempre nos quisimos a pesar de la vida.

Yo sé que fuiste fiel, que me acogiste
-seguramente en contra de tu lógica-
cuando me quedé sola a la espalda del mundo,
cuando salí corriendo por la calle de en medio
y todos se apartaban a mi paso.

Miraba al infinito con la mente dispersa 
ante el café humeante y el aroma a tostadas.
Sonaban en la radio las noticias de siempre
pero mi pensamiento andaba distraído
quién sabe en qué entelequias,
aún no había tomado conciencia de mí misma.

Aún no sabía
que ya nunca tú y yo discutiríamos.
Que te fuiste al lugar donde te esperan
tantos, tantos amigos.