sábado, 2 de diciembre de 2017

MUJERES

Porque lo que hay en mí que vale algo,
eso... ¡ni lo pudiste sospechar!
(Gustavo Adolfo Bécquer)

Hay dos grados ahí fuera, me refugio
en una soledad
de manta y de silencio,
sin relojes ni horas.

Regresan a mi casa los recuerdos
en un tropel anárquico
que mezcla los dolores y los gozos,
las risas y los llantos, las pasiones,
las ganas de morir de algunos días
y de otros, sin embargo,
la vida desbocada, esos momentos
en los que cualquier cosa era posible.

Y, como aquel poeta,
confieso que he vivido. Me pregunto
cuántas son las mujeres que me habitan,
y si hay alguien que pueda
querer a todas ellas a la vez
y no estar loco. Siento
que siempre me han querido a pedacitos.

Esa mujer carnal, enamorada,
toda piel y deseo, que se enciende
con el más leve roce de tus uñas,
se sumerge en tus brazos sin reservas,
que se ahoga en el río de tu boca,
que se pierde en la selva de tu pecho,
que se anuda a tus piernas cada noche,

esa mujer, decía, no repudia
a la madre, a la abuela, a la que aspira
a un mundo más humano,
a la que no soporta
el dolor de la gente a la que ama,
lo vive como suyo
y, como suyo, sufre.

Y también soy mujer de soledades,
de reflexión, de libros, de silencio,
de encontrarme a mí misma en las palabras
que otros escribieron
y de escribir las mías para todos.
Esa felicidad de estar conmigo
con unos cigarrillos y una copa.

Este desdoblamiento en mil mujeres
no te roba ni un ápice
de la parte de mí que te regalo,
sino que la enriquece, ¡si supieras
cómo me gustaría
que vinieras conmigo a este viaje,
a este sinsentido que es vivir!

En esta tarde helada de balance 
comprendo que tal vez pedí más de la cuenta.
Y que el precio es altísimo,
porque lo más seguro
es que me muera sola.